CINE: El sicario tenía razón…

Asturias, España.-  Benicio del Toro no necesita hacer uso de la palabra para hablarle a los espectadores; y es un canon aceptado que en términos cinematográficos «lo que se ve no se dice». En «Sicario: Day of the Soldado “tenemos en pantalla a un actor que se reitera como un verdadero maestro del silencio.

Es un lugar común aquello de que segundas partes nunca fueron buenas y sin dudas, la nueva película que da continuidad a la version de «Sicario» del año 2015 (obtuvo tres nominaciones al Oscar) cumple la profecía; quizás los problemas no sean tanto por la dirección, que en la primera estuvo a cargo de Dennis Villeneuve y ahora viene de la mano de Stefano Sollima, sino por algo tan fundamental en un filme como lo es la dramaturgia, tarea a desarrollar por quien escribe el guión.

«Sicario» (2015) resultó objetiva, ágil, organizada a partir de la conveniente estructura plasmada en el guión por Taylor Sheridan; sin embargo «Sicario: Day of the Soldado» tiene el handicap de todo lo contrario, resulta una cinta que parece escrita por alguien que cada vez que se despierta, olvida cuanto había tecleado la noche anterior y cambia la brújula para comenzar el proyecto de nuevo.

Las primeras secuencias pretenden adentrarse en el tema de la infiltración de terroristas a través de la frontera entre Estados Unidos y México, de pronto se salta sin un hilo de continuidad que enlace, hacia un atentado con explosivos en un lugar público, pero más tarde en la trama se olvidan esos precedentes para concentrarse -más o menos- en provocar el enfrentamiento entre dos bandas de narcos que tienen su base al sur del Río Bravo.

Pero no es suficiente abandonar un hilo de la trama para adentrarse en otro sin un vínculo común, para calificar al argumento de caótico e increíble al diseñarse una nueva línea dentro del guión que prosigue hasta el desenlace; las incoherencias saltan a la vista una tras otra, empezando por un selecto agente de élite que recluta a un team de su plena confianza para efectuar un secuestro, y lejos de aprovechar la fuerza de su equipo asigna la ejecución de la acción a un mercenario solitario -Benicio del Toro- que viene a ser un asesino a sueldo con trastienda sentimental.

 

Definido que el guionista asume esta película como un ejercicio del absurdo, tampoco se puede dejar atrás al director Stefano Sollima, alguien que ha experimentado ya con temas similares, entre otros «Suburra«, una cinta del 2015, y la serie televisiva «Gomorra» que comenzó a producirse desde el 2014; en el caso presente el realizador reafirma la incoherencia de lo escrito pero además, ha conformado el desarrollo de las escenas de acción de manera tan inverosímil, que es difícil para los espectadores digerirlas; y no se trata tanto de errores en la puesta en escena sino del sentido de las mismas, de la falta de objetividad al montarlas.

Lo más elemental en la idea dramatúrgica que pretende ser el detonante para la acción -un secuestro adjudicable a un cártel rival- despega sin tener en cuenta que en la vida real la protección que el capo de una banda brinda a su familia es esencial dentro de su modus vivendi; sin embargo, en esta película este detalle resulta risible por lo débil, sobre todo cuando se desarrolla en el contexto de una ciudad mexicana donde es cotidiana la violencia.

Más deprimente aún es el operativo desplegado por el equipo de élite norteamericano a través de un desierto -apoyo aéreo con drón y helicópteros incluidos- que parece copiado de las carreras de policías detrás del ladrón en las comedias del cine silente americano.

Pero el súper matón, el asesino a sueldo, el sicario, es capaz de ser más efectivo él solo que una tropa bien equipada. Para eso está ahí de nuevo Benicio del Toro.

Del Toro es un actor notable y con mucha experiencia en sus 30 años de desempeño actoral; tiene en su haber un Oscar del año 2000 por Mejor actor de reparto en «Traffic«, una nominación a este premio en el 2003 por la cinta «21 Grams» y varios reconocimientos de la Academia Británica, de los premios Globo de Oro y otros.

Su rol de tipo duro e introvertido en las dos versiones de «Sicario» vuelve a revelarlo como un profesional de la actuación, que sabe cómo introducirse en la piel del personaje y hacerlo creíble sin necesidad de palabras.

Tan creíble es el personaje del sicario, como arbitrario el contenido de la trama.

No obstante, si el espectador no pide demasiado y se conforma con disfrutar de otra excelente actuación de Benicio del Toro, tiene en este filme algo que ver, pero eso sí, enfrentándolo sin pretensiones de entender cómo los super soldados remedan monigotes, en qué nivel se sitúa a la policía mexicana, y de qué manera es posible que un grupito de gamberros de poca monta y mínimos recursos sea más eficiente que profesionales entrenados y armados hasta los dientes. FUENTE. Ángel Alonso Dolz

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