Margarita Rodríguez sale desde el interior de una casucha revestida de hojas de zinc. “Pasen, pasen”, dice la mujer de canas y voz ronca. A sus 59 años camina lento. No trabaja. Está enferma de diabetes y de la presión. Su esposo también sale de la vivienda y se le une. Llama la atención la nariz reconstruida del hombre; al rato explica que se le afectó por una enfermedad y posee un implante