SANTO DOMINGO, RD.- SALVÓ MILLONES DE VIDAS Y PERDIÓ LA SUYA. Ignaz Philipp Semmelweis, el médico que instauró el lavado de manos que salvaría millones de vidas y que acabó hundiendo la suya. OIGA AUDIOVISUAL PODCAST AQUI…
El húngaro Semmelweis llegó a Viena en 1837 con la intención de ser abogado, pero tras asistir a una autopsia cambió de idea: sería médico.
En 1844 Semmelweis terminó su doctorado, y dos años más tarde comenzó a trabajar en la Maternidad del Hospital General de Viena. Allí fue donde descubrió que las mujeres que daban a luz tenían una tasa de mortalidad por fiebres mucho más alta que las que lo hacían en sus casas. Por eso, en aquella época, los hospitales eran conocidos como «Casas de la Muerte», ya que era más seguro ser tratado en casa que en un hospital.
Además, en la Maternidad del Hospital de Viena existían dos clínicas. En la Clínica Primera la tasa de mortalidad por fiebre era de un 10%, mientras que en la Clínica Segunda era de menos del 4%.
Así que decidió investigarlo.
Y llegó a una extraordinaria conclusión. La Clínica Primera era donde practicaban los estudiantes de medicina, mientras que la Clínica Segunda estaba destinada a la enseñanza de matronas. Lo que implicaba que el problema estaba en el personal que asistía a los partos.
Semmelweis concluyó que los estudiantes transportaban partículas en sus manos como consecuencia de las autopsias que realizaban antes de ir a la clínica, cosa que no ocurría con las matronas que asistían en la otra clínica.
Así que se le ocurrió ver qué ocurriría si sus compañeros se lavaban las manos al entrar en la sala. Una palangana llena de solución de cloro y tres simples palabras «Lávese las manos» fueron suficientes. La mortalidad por fiebre sufrió un descenso de un 90% y tras 2 meses ya era cercana a cero.
Pero en vez de un homenaje, Semmelweis recibió un castigo. Su «insinuación» de que eran los propios médicos los que mataban a sus pacientes no gustó a nadie. Fue despedido y sus técnicas descartadas y olvidadas. Se convirtió en un despojo, un paria del que todos se reían.
Tras trabajar en un pequeño hospital en el que también eliminó la mortalidad de las madres, acabó pobre y desahuciado en un manicomio de Viena debido a una depresión severa. Dos semanas más tarde, Semmelweis moría por una herida gangrenada en su mano. Tenía 47 años.
Las cifras que consiguió gracias a su técnica habrían bastado para revolucionar la sanidad, pero ese cambio todavía tardaría un par de décadas en llegar. Aunque Ignaz Semmelweis nunca supo dar una explicación científica al motivo de las muertes, lavarse las manos ha salvado millones vidas desde entonces.
Más de un siglo después de que se burlaran de sus teorías, la Universidad Médica de Budapest cambiaba su nombre por el de Semmelweis University.